Kaiba, Garret e Ian
apenas juntaban dos años entre los tres cuando una impresora les
salvó la vida. Los pequeños nacieron con una rara y grave anomalía
en las vías respiratorias. Para sacarlos adelante, tuvieron que
abrirles la tráquea y meterles un tubo por el que podían respirar
gracias a un ventilador mecánico. Sus pocos meses de vida los
pasaban en una unidad de cuidados intensivos (UCI). Tres años
después, los niños ya están en casa. Todo gracias a una férula
impresa que creció con ellos hasta que sus diminutos bronquios
fueron lo bastante fuertes como para que el implante se disolviera
por si solo.
Con una impresora 3D
se puede imprimir casi de todo. Con un programa de diseño por
ordenador, la fabricación por capas ofrece la posibilidad de
personalizar casi cualquier cosa, un aspecto que la hace muy
interesante para la medicina. Ya se imprimen huesos, prótesis
dentales, cartílagos... Pero, con los niños hay problema: Crecen
muy deprisa. Para ellos se necesitan objetos que, una vez impresos,
puedan cambiar con el tiempo y adaptarse a
su crecimiento. Es la cuarta dimensión o impresión 3D.
Un grupo de expertos
estadounidenses
ha estado ensayando
implantes con biomateriales hechos con una impresora 3D. Eligieron un
poliéster que tiene la
particularidad de que se degrada con el paso del tiempo hasta que el
organismo lo absorbe y acaba expulsando.
Los investigadores lo probaron con ratas y cerdos, pero ellos creían
que la impresión 3D podría
servir para mucho más. Podría salvar la vida a niños.
A los tres les
hicieron una traqueostomía en el cuello para colocarles un tubo para
respirar
con ventiladores
artificiales. "Aún así sufrían continuos episodios que
requerían maniobras de
resucitación",
añade el doctor Green que, al igual que sus compañeros de aventura,
ha invertido
buena parte de su
dinero en comprobar la eficacia de la impresión 3D para tratar a
niños enfermos.
Con solo tres meses,
a Kaiba le implantaron una férula impresa para sostener sus
bronquios. Ya con tres años, no
necesita respiración asistida y pronto le quitarán el tubo de su
garganta.
El pequeño Kaiba
tenía un sinfín de
problemas asociados a su enfermedad, desde alteración de la
ratio de oxígeno inhalado y del dióxido de carbono exhalado hasta
inflamación pulmonar o
alteración de su metabolismo. Por lo que fuera, las paredes internas
de sus bronquios colapsaban cuando
espiraba, cerrando los conductos.
Lo que hicieron los
investigadores fue escanear su tráquea para tener una imagen en tres dimensiones del
problema.
Enfermedades tan
raras como la traqueobroncomalacia,
que afecta a 1 de cada 2.500 niños, no interesan demasiado a los fabricantes. Para
pequeños como Kaiba, Garret e Ian, solo la impresión 3D puede ser
la solución.
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